Los demás niños siempre lo querían en su equipo, rara vez fallaba, y si lo hacía, le afectaba más que a nadie. Le gustaba llevar la camiseta de su ídolo, soñando con que algún día alguien llevaría la suya.
El niño se convirtió en adolescente, pero su pasión por el fútbol no desapareció, sabía que algún día jugaría entre los grande. No iba a ser fácil, pero era lo que más añoraba en el mundo.
El adolescente se convirtió en adulto y por entonces le salía el dinero por las orejas. Cuando volvía a ver a esos niños con los que corría en el parque se limitaba a decir: "He madurado, me he dejado de tonterias, ". Y así fue como el niño futbolista se convirtió en director de banco.
Y aun así, cuando estaba sentado en el sofá de su casa viendo a su equipo jugar, volvía a soñar...
Y ahora explicadme por qué está tan sobrevalorado eso de madurar. Para mi, es el eufemismo cobarde de resignación.
Hay una canción que dice algo así como: Y es que no hay nada más triste que recordar los sueños del pasado, para comprobar que poco se cumplió de lo que habíamos soñado.
Al escuchar eso lo primero que pienso es: vaya, otro que ha madurado.
3 comentarios:
que cabr*na
jajajajaja
Por un momento he pensado que estabas hablando de Oliver y Benji :O XDD.
No, es que es eso, cuando dejas de tener sueños y metas y llegas al conformismo, mal asunto.
Saludos!! ;D
Puff la primera parte de la historía es también la mia. Espero que el final no sea igual.
Un besito
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