Madurar es CONFORMARSE.

martes, 11 de mayo de 2010

A Nacho le dolían los segundos.

Su padre había sido un militar muerto en misión de paz, pero antes del fatídico accidente no hacía más que intentar inculcarle a su hijo el honor de la valentía: "sólo los valientes pueden vivir con orgullo por lo vivido", solía decir. Nacho no se lo creía, en realidad, no creía en nada. Y aunque fuese verdad le daba igual. No quería morir orgulloso de la vida que había llevado, sólo quería morir.
Llevaba meses con esa idea rondandole la cabeza. No buscaba una muerte espectacular, quería algo sencillo, sin dolor, y sobre todo rápido. No quería que su último pensamiento fuera el de arrepentimiento.
Tampoco quería una escena de sesos por la pared, sangre por la alfombra ni escenas macabras. Su madre, a pesar que ultimamente parecía que estaba en otro mundo, no se merecía eso. Precisamente ella fue la que le dio la respuesta involuntariamente: sus pastillas para dormir.

Una sobredosis. Un sueño profundo y...eterno. Sin signos visibles.

Tenía el bote ya en su mano cuando se acercó a la ventana abierta de su habitación. Respiró una bocanada de aire contaminado, no lo echaría de menos.

Entonces la vio. Se encontró a sí mismo sonriendo. Era irónico que ella fuese probablemente el primer recuerdo de su niñez y que ahora fuese a ser su ultima visión.
La conocía desde que tenía uso de razón, podría dibujar en su mente su cara a lo largo de los dieciocho años que llevaban viviendo en el mismo edificio y , sin embargo, nunca habían cruzado ni un mísero saludo. Ni siquiera una mirada.

De repente, como si alguien la hubiese llamado, ella giró la cabeza. Nacho la miró directamente a los ojos por primera vez en su vida. Ella le sonrió. Él le devolvió la sonrisa y como si le atrajese un imán levantó la mano haciendole un gesto. Ella le devolvió el saludo animada, sin perder la sonrisa.

Y con esa sonrisa en su retina Nacho guardó el bote de pastillas en el cajón. No era el momento, aun no. Sólo por volver a ver esa sonrisa merecía la pena vivir un día más.
Y tal vez, quizás un día seguiría el consejo de su padre. Se armaría de valor y le confesaría a la chica de la sonrisa hipnótica que una vez lo había salvado.


Eva RF.




Nota de autor: La verdad que no soy mucho de escribir relatos. En realidad, es el primero que aparece por aquí, y por supuesto, la temática no es para nada autobiográfica.
Nota de autor (II): Siempre me hizo ilusión escribir una nota de autor ;) ¡Un saludito!

5 comentarios:

sandocan en bicicleta dijo...

la verdad, me encanto el relato, en serio. quizas deberias pensar en hacerlo mas seguido. pude imaginar toda la historia, hasta se me cruzo por la cabeza que iria bien en un corto cinematografico.
me arrancaste tambien una sonrisa con la segunda nota de autor. te sacaste dos veces el gusto.
un saludo en la lejania.

Odu dijo...

Eviñaaa, que bonito el relato, asi me gusta, que sauqes toda tu furia escribiendo :P

¿Para cuando una novela, Señorita Cohen?xD

Y que vuelvas a sonreir de oreja a oreja jajaja

Un besito =)

Elendilae dijo...

Ea! pues me gusta, eh! Yo también he ido imaginando toda la escena, y me ha gustado el final. Sip, gracias por compartirnos esta pequeña historia. :)

Un besín

P.D: deberíamos sonreír a desconocidos, tal vez le estemos salvando la vida :P

sandocan en bicicleta dijo...

me quedo un pd.
pd. lo malo de los segundos, es cuando se transforman en minutos.

un saludo en la lejania.

Iria Blanco dijo...

pues me encanta :) .5